viernes, 17 de agosto de 2007

Comentario de la Doctora Violeta, sábado 18 de agosto de 2007
Bueno, bueno, después de un tiempo de ausencia, aquí estoy de nuevo, y con mucho gusto para compartir con ustedes todo el conocimiento al que podamos acceder acerca de Psicología, así como algunas opiniones.

Una vez leí en una publicación de The Clinic un artículo de Claudio Bertoni, se llamaba “Muros”, lo encontré muy bueno y me gustaría citar una de sus frases: “Sólo nos está permitido vivir normal y buenamente porque no sentimos con "toda el alma", prácticamente nada. Excepto a fogonazos.” Surge la pregunta: ¿Qué pasa cuando sentimos mucho las cosas que nos pasan? ¿Qué pasa cuando las cosas que nos pasan son tan fuertes que resulta imposible no sentirlas “con toda el alma”?

Es sabido que no todos sentimos las cosas que nos pasan igual que el resto de los seres humanos, porque cada uno de nosotros tiene una historia, una forma de ver el mundo y de verse a sí mismo que regula de alguna manera dónde, cómo y cuándo sentimos lo que sentimos. Sin embargo, hay eventos a los que la mayoría de los mortales no somos inmunes, que son calificados por todos como tan trágicos, que si nos preguntaran qué pasaría con nosotros si los viviésemos, la mayoría afirmaría que quedaría marcado para toda la vida.

Ese es el caso de los accidentes, los huracanes, los terremotos, las guerras, los asesinatos, las violaciones, la tortura, etc… que es lo que pasa, por ejemplo, con las víctimas del reciente y lamentable terremoto en Perú. Ahora bien, la experiencia vivida por cada persona puede ser muy diversa, así como la interpretación que cada uno de nosotros haga de ella. La mayoría de nosotros cuando calificamos un evento como “altamente traumático” coincidimos en la descripción del mismo, sin embargo, quien “mide” la intensidad del evento es quien lo experimenta, quien lo vive.

Es muy común entre las víctimas de experiencias de este tipo tener pesadillas, sentirse mal cuando recuerdan el suceso, incluso tener alucinaciones, tratar de no hablar mucho con la familia o los amigos, evadir a la gente o a los lugares que les recuerdan lo que vivieron, además perder la memoria en relación al hecho, tener sensaciones de entumecimiento, sufrir problemas gastrointestinales, tener problemas de sueño, andar de mal humor, irritable, tener dificultad para concentrarse, y asustarse con facilidad. Todos estos son los síntomas del “Trastorno por estrés postraumático”, que es una patología psiquiátrica no previsible, pero de la cual podríamos protegernos.

Entonces, hay algunas prácticas cotidianas que en general nos ayudan a permanecer sanos, y que además pudieran prevenir la aparición del trastorno en caso de vivir una situación extremadamente estresante: en general se trata de mantenerse equilibrado, tranquilo y sin estrés continuo; no permitir que los problemas pasen a ser graves si los podemos solucionar y mantener relaciones con amigos y familiares que nos acompañen en la vida.

Así que ya sabe: ándese con cautela, sea feliz y preocúpese por cuidar de sí mismo… las cosas malas también suceden y deberíamos estar preparados para ellas. Mientras tanto, trate de no sentir todo lo que le pasa con toda el alma, pero aproveche los “fogonazos”, y aprenda de ellos, conózcase a través de ellos… ellos le recuerdan que usted está vivo…

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